A la hora de solicitar pruebas y explicar el pronóstico es imporante tener en cuenta la edad de los pacientes ya que la tasa de embarazo, aborto y posibilidad de alteraciones genéticas cambian y aumentan a partir de los 35 años de la edad de la mujer.
Es importante conocer, asimismo, los antecedentes familiares de salud de la mujer y de la pareja, a fin de tener constancia de enfermedades importantes que puedan ser heredadas tanto por las pacientes como por el futuro hijo.
También es relevante conocer los hábitos de alimentación, así como posibles hábitos tóxicos que pudieran afectar negativamente en la fertilidad, o dañar al embrión.
Y por último, es necesario conocer la historia ginecológica de la mujer: edad de la primera regla, ritmo menstrual, si las reglas producen dolor o son demasiado abundantes… si se produce dolor con las relaciones sexuales, si ha tenido o no embarazos o abortos…
Todo ello ofrece una idea al especialista sobre posibles enfermedades de origen femenino, asociadas a la esterilidad, que pudieran influir en la dificultad para lograr un embarazo, como por ejemplo la endometriosis o el síndrome del ovario poliquístico, o cualquier posible alteración que deba ser estudiada con mayor profundidad.